Una entrada grande
tan grande como el desdén con el que la miran los que pasan
un pasillo largo
tan largo como la vigilia de los condenados
un patio abierto
abierto como las puertas de los pobres
un perro en el patio
tan hambriento como los niños que allí viven
un caño roto en la pared desvencijada del cuarto
un anciano postrado en una cama olvidado
un conventillo cualquiera
exactamente igual al que se ha incendiado
un barrio que ya no llora
pues llorar ha olvidado
una entrada grande
tan grande como el desdén con el que la miran los que pasan
ellos nunca han entrado
-no sé por qué
la puerta está siempre abierta-
algo de la verdad sencillamente los repele.
miércoles, 17 de marzo de 2010
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